El sábado estuvimos visitando la ciudad de San Francisco. Cogimos el Caltrain por la mañana en la parada de California Avenue, que es la más cercana a nuestro apartamento. Es una parada un poco cutre, de hecho tan solo hay un andén para las dos vías, es decir, se espera en el mismo lado de las vías a los trenes en ambos sentidos y en caso de ir a San Francisco se cruza la vía para llegar al tren. Lógicamente nunca pueden coincidir dos trenes ya que uno bloquearía el acceso al otro.
El tren nos dejó en San Francisco, allí fuimos caminando hacia la parada del tranvía. Queríamos ir a comer a los muelles, que aquí se llaman "Pier", cada uno con su número, "Pier 41", "Pier 39", etc. Pero antes pasamos por delante del Moscone Center y el MoMa de San Francisco.
Para subir al tranvía había una buena cola. Y al menos 4 tranvías parados justo antes del andén. Una señora reprendía a uno de los conductores de tranvía el hecho de estar tumbados sin hacer nada con tanta gente esperando. El conductor medio en cachondeo le explicaba que el tranvía hay que empujarlo para darle la vuelta, y que eso cansa, que no pueden estar todo el día arriba y abajo con el tranvía, que necesitan descanso. Efectivamente, el tranvía debe ser girado manualmente al final de la línea para que cambie de vía. Esto se hace sobre una plataforma circular rotatoria, pero que hay que mover manualmente, así que ahí tienes a los dos conductores que lleva un tranvía empujando del mismo para darle la vuelta.
Al final nos llegó el turno y embarcamos. Decidimos desde el principio viajar sobre la plataforma exterior, colgando de la parte externa del tranvía. Fue muy divertido. Los viajeros de los tranvías que venían en dirección contraria pasaban a escasos centímetros de nosotros. Así cruzamos la ciudad hasta los muelles. Con una mano me sujetaba al tranvía y con la otra trataba de hacer fotos a todo. Creo que el conductor del tranvía acabó un poco hasta los cojones de mí ya que me llamó la atención un par de veces, la primera por darme la vuelta para hacer una foto ¡hay que mirar hacia delante! y la otra ni me acuerdo. En fin, en un país en que las demandas judiciales vuelan supongo que están obligados a advertir absolutamente todo, y de hecho así lo hacen, aquí TODO tiene su correspondiente advertencia.
Una vez llegamos a los muelles buscamos un sitio para comer. En el Pier 45 están los restaurantes típicos para comer "SeaFood" (comida del mar), así que nos acercamos a uno de los puestos y pedimos medio cangrejo, unos pulpitos fritos y una sopa de cangrejo que te sirven dentro de una hogaza de pan. No lo había visto nunca, por supuesto no se sale ni una gota ya que la corteza del pan es casi impermeable. Así que cogimos todo y nos fuimos a sentarnos en la acera para comerlo. Estaba bueno de cojones. De hecho no tardaron en venir gaviotas a pedir su parte en el festín que nos estábamos dando Raquel y yo. Impone un poco comer con semejante pajarraco al lado mirándote.
El postre lo tomaríamos en el turístico Pier 39, un heladito de dulce de leche. De camino nos cruzamos con el submarino de la Segunda Guerra Mundial USS Pampanito.
Ya en Pier 39, paseíto por las tiendas, compra de helado y visita a los leones marinos, quienes tras el último terremoto decidieron que ése sería su nuevo hogar. Aún así había muy pocos, resulta que en verano se marchan casi todos, cuando estuve aquí en invierno había la tira y tenían un griterío enorme.
Por último fuimos a ver el distrito financiero de la ciudad de San Francisco, con sus rascacielos y torres. Impresionante.
De ahí ya para casita!!!
El tren nos dejó en San Francisco, allí fuimos caminando hacia la parada del tranvía. Queríamos ir a comer a los muelles, que aquí se llaman "Pier", cada uno con su número, "Pier 41", "Pier 39", etc. Pero antes pasamos por delante del Moscone Center y el MoMa de San Francisco.
Para subir al tranvía había una buena cola. Y al menos 4 tranvías parados justo antes del andén. Una señora reprendía a uno de los conductores de tranvía el hecho de estar tumbados sin hacer nada con tanta gente esperando. El conductor medio en cachondeo le explicaba que el tranvía hay que empujarlo para darle la vuelta, y que eso cansa, que no pueden estar todo el día arriba y abajo con el tranvía, que necesitan descanso. Efectivamente, el tranvía debe ser girado manualmente al final de la línea para que cambie de vía. Esto se hace sobre una plataforma circular rotatoria, pero que hay que mover manualmente, así que ahí tienes a los dos conductores que lleva un tranvía empujando del mismo para darle la vuelta.
Al final nos llegó el turno y embarcamos. Decidimos desde el principio viajar sobre la plataforma exterior, colgando de la parte externa del tranvía. Fue muy divertido. Los viajeros de los tranvías que venían en dirección contraria pasaban a escasos centímetros de nosotros. Así cruzamos la ciudad hasta los muelles. Con una mano me sujetaba al tranvía y con la otra trataba de hacer fotos a todo. Creo que el conductor del tranvía acabó un poco hasta los cojones de mí ya que me llamó la atención un par de veces, la primera por darme la vuelta para hacer una foto ¡hay que mirar hacia delante! y la otra ni me acuerdo. En fin, en un país en que las demandas judiciales vuelan supongo que están obligados a advertir absolutamente todo, y de hecho así lo hacen, aquí TODO tiene su correspondiente advertencia.
Una vez llegamos a los muelles buscamos un sitio para comer. En el Pier 45 están los restaurantes típicos para comer "SeaFood" (comida del mar), así que nos acercamos a uno de los puestos y pedimos medio cangrejo, unos pulpitos fritos y una sopa de cangrejo que te sirven dentro de una hogaza de pan. No lo había visto nunca, por supuesto no se sale ni una gota ya que la corteza del pan es casi impermeable. Así que cogimos todo y nos fuimos a sentarnos en la acera para comerlo. Estaba bueno de cojones. De hecho no tardaron en venir gaviotas a pedir su parte en el festín que nos estábamos dando Raquel y yo. Impone un poco comer con semejante pajarraco al lado mirándote.
El postre lo tomaríamos en el turístico Pier 39, un heladito de dulce de leche. De camino nos cruzamos con el submarino de la Segunda Guerra Mundial USS Pampanito.
Ya en Pier 39, paseíto por las tiendas, compra de helado y visita a los leones marinos, quienes tras el último terremoto decidieron que ése sería su nuevo hogar. Aún así había muy pocos, resulta que en verano se marchan casi todos, cuando estuve aquí en invierno había la tira y tenían un griterío enorme.
Por último fuimos a ver el distrito financiero de la ciudad de San Francisco, con sus rascacielos y torres. Impresionante.
De ahí ya para casita!!!
